Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 3 de marzo de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Respuesta al Sr. Serraclara
Número y páginas del Diario de Sesiones: 17, 276 a 278
Tema: Sucesos de Barcelona

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Voy satisfacer tan cumplidamente como me sea posible los deseos del Sr. Serraclara y compañeros diciendo la verdad pura y sencillamente.

En Barcelona corrían rumores alarmantes acerca de próximos trastornos; las autoridades tenían adoptadas sus medidas, y seguían muy de cerca a los que consideraban como autores de aquellos futuros conflictos.

Aparece en primer término un club de los muchos que hay en Barcelona, club que se llamaba republicano, club que era aceptado por los republicanos, club del cual se ocupaban constantemente los periódicos republicando, club presidido por uno que se decía republicano y protegido por otro que también se llama republicano y que tiene la honra de ocupar uno de estos escaños.

Ese club estaba presidido por el Sr. Viralta, y de ese club era presidente honorario el Sr. Pierrad. Así, lo habían proclamado, y no tengo, noticia de que el Sr. Pierrad protestara contra esa proclamación ni dijera que aquel club no era republicano ni que los que lo componían dejasen de serlo.

Tenemos, por consiguiente, Sres. Diputados, como verdad pura, clara y evidente, que había un club en Barcelona que era republicano, compuesto por personas republicanas, presidido por uno que era aceptado como republicano y protegido por otro que no solo es republicano, sino que además es representante de las ideas de ese partido en la Asamblea Constituyente.

Pues bien, señores, en ese club se proclamaban las ideas más disolventes, se explicaban las doctrinas más absurdas, y la autoridad seguía esas predicaciones porque constaba que al fin y al cabo habían de dar un resultado, si bien un resultado fatal; pero sin que interviniera en ninguna manera, porque si hubiera intervenido de cualquier modo, si previendo lo que iba a suceder, como preveía, hubiera cerrado el club y hubiera puesto a sus individuos donde debían estar, se hubieran levantado aquí mismo Sr. Serraclara y todos los republicanos a decir que perseguíamos a sus correligionarios. Se hubieran levantado aquí a decirnos que atacábamos el derecho de reunión, a decir que atacábamos el derecho de reunión, decir que violábamos los derechos individuales y todo contra los republicanos. Porque como club republicano estaba considerado y admitido en los trabajos, tenía como residente propietario una persona que se consideraba republicana, era protegido por un republicano que se sienta en estos escaños, y a los trabajos electorales concurrió ese club para dar el triunfo a los candidatos que vencieron en las elecciones de Barcelona.

Pues bien, señores, es una verdad fuera de toda duda (ya ve el Sr. Serraclara cómo estoy diciendo la verdad y que no pienso separarme de ella, como no me separo nunca) que un club republicano de Barcelona, aceptado por dos los republicanos, presidido por un republicano, protegido hasta por un representante del país que es republicano, estaba fraguando esas maquinaciones y estaba haciendo esos trabajos, que por último han dado un resultado frustrado afortunadamente, pero que hubiera sido terrible sino hubiera sido por la previsión de la autoridad el apoyo de personas de todos matices políticos; porque ¿quién ha dudado, ni duda, que hay en los republicanos [276] personas honradas, pacíficas y verdaderamente patriotas? Sí, señores, hay republicanos honrados, pacíficos, patriotas, que encomiendan el triunfo de su causa al triunfo de la revolución, a la voluntad del país y al acuerdo de las Cortes Constituyentes.

¿Pero son así tolos los republicanos, o al menos todos los que se llaman tales? (Rumores en los bancos de los republicanos.) Me alegro, señores, de que protestéis contra los que no son así, contra los que proyecten rebelarse hasta contra las Cortes Constituyentes, si las Cortes Constituyentes, no se sirvieran acordar lo que ellos creen conveniente.

Pues sí, señores; seguía la autoridad paso a paso las predicaciones y trabajos de ese club, que era un poco más numeroso de lo que ha dicho el Sr. Serraclara. Las predicaciones llegaron a dar un resultado del cual tenía también conocimiento la autoridad: y la autoridad lo sabía no solo por un republicano, como el Sr. Serraclara ha dicho, sino por varios conductos, y entre ellos por uno dentro del club.

Sabido el plan, la autoridad tomó sus precauciones. El plan era vasto, porque no sólo pensaban concurrir a la realización todos los individuos de ese club republicano sino que con alarmas, falsos rumores y noticias absurdas habían llegado a interesar en ese plan, o por lo menos en la realización, a otros muchos individuos. Y así es que las inmediaciones de Barcelona y en sitios determinados habían de reunirse aquella noche de cuatrocientas a quinientas personas que habían de empezar penetrando en ciudad por distintos sitios, y cada uno de estos grupos tenia ya de antemano determinado el trabajo en que había de emplearse.

La autoridad tomó sus precauciones: el pueblo se alarmó porque entrevió algo, aunque no sabía lo que se iba hacer, y la corporación municipal, compuesta de republicanos y la Diputación provincial, y todas las autoridades corporaciones, y muchos, muchísimos ciudadanos honrados y pacíficos de Cataluña, que no quieren más sino que haya libertad y tranquilidad para ganar su sustento y el de su familia, todas esas familias y corporaciones se presentaron a ofrecer su apoyo y sus medios a la autoridad.

Los perturbadores comprendieron que aquellos preparativos que observaban, significaban algo, y llegaron colegir que significaban el descubrimiento del plan. Y en lugar de haber acudido cuatrocientos o quinientos al sitio no acudieron más que unos sesenta o setenta. Y cuando la fuerza armada marchó a encontrarse en ese sitio con los perturbadores, encontró que tenían tomadas sus precauciones, que tenían avanzadas, que daban el quién viva la fuerza pública que iba a disolverlos y prenderlos. Viéndose cogidos de improviso, no se atrevieron a resistir y llegaron hacer fuego; pero hubo lucha brazo a brazo, cuerpo a cuerpo, para quitar las armas a los perturbadores que allí estaban reunidos; fueron conducidos a la presencia del gobernador, y el gobernador, después de practicar las primeras diligencias, los mandó presos.

A esos se les encontraron, aparte de armas de todas las clases, listas de varias casas acaudaladas de Barcelona, entre ellas el Banco. Y, luego, el que se suponía autor de ese plan, al que se tenía por agente principal, o sea presidente del club republicano, el Sr. Viralta, se prendió también y está con los otros presos, sin que la prisión de estos individuos tenga nada que ver con la de aquellos otros que anteriormente habían sido capturado porque estaban ya presos cuando tuvieron lugar esos acontecimientos, habiéndolo sido cuatro días antes, y a los cuales se les encontraron nombramientos del titulado capitán general Tristani, nombrándoles comandantes generales de algunos departamentos de Cataluña. Pues bien; resulta que el plan iniciado, trabajado y llevado a cabo por el club republicano de Barcelona de la calle de San Pablo, no tiene nada que ver con la prisión de los otros individuos verificada antes de esos sucesos.

Resulta, sin más que narrar los hechos, sin halar sobre ellos comentario ni consideraciones de ninguna clase, que a un club republicano se debe el plan, y que las personas presas pasaban como republicanas, que les ayudaban republicanos, estaban aceptadas como republicanos que de ellas se hablaba muchas veces en los periódicos de los republicanos.

Resulta también que otros republicanos (que yo creo que son los verdaderos republicanos), se oponían a ese descabellado plan, y se ofrecieron a las autoridades, que con su apoyo y los recursos propios de la autoridad hicieron fracasar aquel plan diabólico, aquel plan de terribles consecuencias, que si se hubiera llevado a cabo, hubiera llenado d e luto y de consternación a la laboriosa ciudad de Barcelona.

¿Y qué es lo que decía yo el otro día? Dije precisa mente esto mismo, ni más: ni menos, que algunos que se llamaban republicanos, pero que yo creía que no lo eran, habían fraguado ese plan y pensaban realizarlo porque había la desgracia, añadí yo, de que bajo la bandera republicana se están cobijando todos los desórdenes, todos los crímenes, todos los delitos que se vienen cometiendo de algún tiempo a esta parte en este país. (El Sr. Figueras pide la palabra.) Eso es una grandísima desgracia para los republicanos, para nosotros y para el país; pero la verdad es que eso sucede, y si es la verdad que eso sucede, yo debía manifestarlo, y debía manifestarlo a los señores republicanos, para que echen de sus filas a esos malos republicanos, que no lo son en calidad, que no son nada... me he equivocado, son algo, es verdad, son mucho, son esos perturbadores de oficio, cuyos malos instintos y aviesas pasiones no les permiten vivir más que en el desorden, en el desasosiego, en el trastorno, en la desgracia de este país.

¿Pues qué creen los republicanos? ¿Qué no tienen en su seno más que esos del club de San Pablo que ahora se ha descubierto lo que eran? Pues yo les aseguro que hay tros republicanos que no están en ese club y que les han de dar muchos disgustos. Y no puede comprenderse de otra manera al ver el singular fenómeno que ha ocurrido en este país.

Señores, hace poco tiempo que apenas se encontraba un republicano, y ahora aparece uno detrás de cada piedra. ¿Son verdaderamente republicanos todos los que así se llaman? ¿Es que todos conspiran y trabajan para el triunfo de la república? Bien sabéis que no. En vuestras filas, desgraciadamente para vosotros, y desgraciadamente para todos, viven incrustados, se han afiliado muchos que no son republicanos, pero que creen que ahora con la bandera de la república es fácil seducir y fascinar a ciertas masas y llevarlas a donde sus instintos tengan por conveniente.

Y como esos malos instintos y aviesas pasiones que se han introducido en vuestras filas son fáciles de manejar, porque son materia dispuesta a cualquier cosa, de aquí que la reacción, calándose el gorro frigio, se ha metido entre vosotros para ver cómo extravía y convierte en instrumento suyo a esos perturbadores. De ahí ese gran número de republicanos que vemos, y enarbolando la bandera de la república. [277]

¿A las altas horas de la noche se altera la tranquilidad del vecindario? ¿Hay perturbación en las calles, hay gritos, hay tiros, hay resistencia a las autoridades, hay desgracias? ¿Cómo se ha hecho esto? Se ha hecho al nombre de la república, como la otra noche en Madrid, ¿Se invade la propiedad ajena, se toman los frutos que otro cultivo y sembró, se trata de dividir las tierras, se trata de atentar contra la propiedad? ¿Pues cómo se hace eso? A nombre de la república. (El Sr. Orense pide la palabra.) ¿Se resisten las disposiciones del Gobierno, se atenta contra las autoridades populares, no se obedece a las de poder central, se las recibe a tiros, hay una gran sublevación, hay lágrimas y sangre y grandes desgracias? ¿Pues cómo se ha hecho eso? ¿Pues con qué nombre, con qué bandera? Con el nombre de la república, y bajo la bandera de la república. ¿Hay un plan horrible en Barcelona, infunde el terror en todas las familias, que entreve cuál era el tenebroso plan de los conspiradores? ¿Cómo se hace eso? Pues con el nombre de la república, a nombre de la república, y bajo la bandera de la república.

Yo lo deploro: yo bien sí que esos que así se llaman y así se conducen, no son republicanos: yo sé que no de debieran estar en vuestro seno: pero la verdad es que eso sucede y que debéis remediarlo, porque vosotros sois lo que más interesados estáis en ello. Sí; y no basta, señores, cada vez que ocurre un conflicto, cada vez que ocurre un peligro, el que se venga a decir: " nosotros protestamos, esos se llamarían republicanos, pero no lo eran protestamos nosotros los verdaderos republicanos, los que se han opuesto a ese plan maquiavélico, y a quienes se debe que haya abortado." No basta eso; es necesario que la mala semilla la quitéis antes de que dé el fruto. Yo bien sé que si de vuestro campo, arrancáis esa mala semilla obtendréis algunos frutos sazonados, aunque sean escasos. Contentaos con ellos, que siempre valen más los poco buenos que no los muchos malos.

Y esto que os digo, no lo digo para combatiros, no; no lo digo en son de lucha; al contrario, lo digo porque quiero y deseo ardientemente que pongáis remedio al mal que encima se nos viene. Pues qué ¿creéis que con toda la gente que forma hoy en las filas republicanas, cree que si la republica triunfara, seria la verdadera república la que dominase a España! ¡Ah, qué equivocados estáis! Sería la anarquía, el caos, en cuyo torrente habíais de ser envueltos vosotros antes que nosotros.

Siento, y mucho más en el tono amistoso con que me dirijo a mis adversarios de enfrente, siento, repito, que mi palabras les molesten. Lo digo con entera convicción: espero que tengáis todos, y yo creo sinceramente que los tenéis, los fervientes deseos que tenemos nosotros para llevar a cabo la revolución que hemos iniciado, para sacar triunfante la libertad; y para que la libertad no se malogre para que la libertad no se pierda en los excesos de anarquía, vosotros que tenéis los mismos deseos que nosotros, creedme, el no procuráis echar de vuestro campo la mala semilla, vamos á tener grandes disgustos y vais ser primero vosotros los que los vais á sufrir.

Por lo demás, después de lo que llevo dicho, no tengo, que añadir una palabra más respecto a lo que vosotros llamáis injurias y calumnias de mi parte para los republicanos; no, no. Empecé diciendo que no creía que fueran republicanos los que habían preparado el plan que puso en peligro a Barcelona, por más que tomaran aquel nombre; empecé a haceros justicia antes de que me la pidierais.

Pero también debo declarar, y esto es una verdad, lo que dijo al terminar el otro día las cortas palabras que pronuncié: ¡desgracia para vosotros mayor que para nosotros es, que bajo el nombre de la república se cometan excesos que todos, todos, todos, estamos interesados en evitar que se reproduzcan!

Concluyo, pues, aconsejando amistosamente a los adversarios de enfrente que mediten bien acerca del estado del país, que reflexionen el mal que pueden hacer los que llamándose republicanos contribuyen a aumentar vuestras filas, y que, como nosotros, sabéis que no son republicanos, pero que es necesario que lo digáis, que protestéis contra sus doctrinas, que protestéis contra sus predicaciones, y es necesario que os dejen pocos o muchos los que seáis, pero que os dejen puros, limpios, con la bandera de la república, y entonces con esa bandera discutiremos, poniendo enfrente la bandera monárquica. Entre tanto no es la bandera republicana la que defendéis, es otra bandera que traería días de luto y de consternación a nuestra patria.



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